Capítulo 12: La carta del adiós
Lin Beifong se enteró de la partida de Thai a través de un silencio que pesaba más que cualquier palabra. Al llegar a su despacho esa mañana, encontró sobre la mesa un sobre de papel ceniza con su nombre escrito en una caligrafía clara y serena. El aire estaba cargado de humedad, como si el amanecer hubiera llorado en su lugar. Afuera, la ciudad bullía con su rutina inmutable, pero dentro de aquel cuarto reinaba una quietud que parecía ajena al tiempo.
Lin sostuvo el sobre entre sus manos, percibiendo su ligereza engañosa. Sus dedos, curtidos por años de trabajo, temblaron apenas. Antes de abrirlo, se dejó caer en su silla de cuero. La madera del escritorio crujió con un sonido áspero. Cerró los ojos un instante, respiró profundo, y luego rompió el sello.
Dentro, una carta extensa, escrita de puño y letra por Thai:
"Querida Lin,
Sé que esta carta no sustituye el valor de una despedida en persona, pero en estos días he comprendido que las palabras silenciosas a veces sobreviven más que las dichas en voz alta. No quiero que me recuerdes como la ministra que renunció, sino como la amiga que aprendió a ver el mundo contigo.
Te debo gratitud infinita. En cada mapa que descifraste, en cada verdad que me mostraste, encontré la fuerza para seguir. Y aunque mis pasos ahora me llevan lejos de Ciudad República, no es la derrota lo que me impulsa, sino la necesidad de preservar lo poco que me queda de certeza. No puedo quedarme donde la sombra ya me busca. Pero tampoco quiero huir de lo que somos.
Prométeme que seguirás tu labor, incluso en medio de la oscuridad. Prométeme que no olvidarás a quienes nos necesitan, ni a aquellos que ya no tienen voz. He sentido la amenaza demasiado cerca y debo desaparecer por un tiempo. No estoy perdida, Lin. Solo me oculto entre las costuras del mundo, donde ellos aún no saben mirar.
No dudes de que volveré a comunicarme contigo. Lo haré en el momento preciso, cuando el riesgo haya menguado. Hasta entonces, piensa en mí como en un susurro que te acompaña en el silencio de tus guardias nocturnas.
Estaré bien, lo prometo. Y algún día, volveré a reír contigo en una mesa compartida, con té caliente y sin temor en el aire. No me olvides. Hasta luego, mi querida amiga.
Con afecto profundo, Thai"
Al terminar de leer, Lin se quedó inmóvil. Sus ojos, tan acostumbrados a no derramar una lágrima, brillaban como si la carta los hubiera desarmado. Apretó el papel contra su pecho, cerrando los párpados, y un recuerdo fugaz de ambas revisando expedientes en la penumbra la atravesó. Sintió una mezcla de orgullo y desolación: orgullo por la valentía de Thai, desolación por su partida en silencio.
Se levantó de la silla, caminó hasta la ventana y miró la ciudad que seguía su curso indiferente. El ruido de los tranvías y los pregones callejeros le pareció más lejano que nunca. Lin respiró hondo, contuvo el temblor en sus manos y murmuró apenas, como quien hace un juramento:
—Seguiré, Thai. Por las dos.
El sol del mediodía se filtraba entre las nubes, iluminando la carta aún fresca de tinta. Y en el silencio del despacho, Lin comprendió que aquella despedida era también una llama que no podía apagarse.
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